Aunque las estrategias varían
según lo que se quiera aprender, cada uno tiende a desarrollar ciertas
preferencias o tendencias globales, tendencias que definen un estilo de
aprendizaje. Son los rasgos cognitivos, afectivos y fisiológicos que sirven como
indicadores relativamente estables de cómo los alumnos perciben interacciones y
responden a sus ambientes de aprendizaje, es decir, tienen que ver con la forma
en que los estudiantes estructuran los contenidos, forman y utilizan conceptos,
interpretan la información, resuelven los problemas, seleccionan medios de
representación (visual, auditivo, kinestésico), etc. Los rasgos afectivos se vinculan
con las motivaciones y expectativas que influyen en el aprendizaje, mientras que
los rasgos fisiológicos están relacionados con el género y ritmos biológicos, como
puede ser el de sueño-vigilia, del estudiante.3
La noción de que cada persona aprende de manera distinta a las demás permite
buscar las vías más adecuadas para facilitar el aprendizaje, sin embargo hay que
tener cuidado de no “etiquetar”, ya que los estilos de aprendizaje, aunque son
relativamente estables, pueden cambiar; pueden ser diferentes en situaciones
diferentes; son susceptibles de mejorarse; y cuando a los estudiantes se les
enseña según su propio estilo de aprendizaje, aprenden con más efectividad.
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